Rojos, azules, y hasta amarillos piolín se mezclaron entre moros y cristianos

Y A Saínza se tiñó de colores... Una batalla más

Autoridades, con los protagonistas de la batalla y el público al fondo, en el Campo de A Saínza. | FOTO: Noelia Caseiro.

Sé que me repito, y miren que llevo casi toda la tarde del domingo buscando un hilo conductor ligeramente distinto al de años anteriores. Pero es imposible, quizás porque la historia y sus protagonistas vienen siendo los mismos que los de allá por 1840, año en el que comenzó a representarse esta batalla en A Saínza según el presbítero oficiante sustituto circunstancial del también acuñado por un servidor como el "cura rojo" -que sí estaba, e incluso bailaba en lo alto del palco/altar al compás de un animoso tema de acompañamiento-. 

Decía que es difícil no repetirse en una romería que replica, año tras año, su programa -solamente cambian el cuerpo de baile y los músicos de las diferentes orquestas- y da, como desde tiempos inmemoriales, para llevarte una furgoneta y llenar la casa de cachivaches, necesarios o no, de la infinidad de puestos de venta ambulantes que allí, en la gran fiesta de despedida del verano, se concentran.

No cambia tampoco el clásico menú: dos platos bien diferenciados -pulpo y churrasco-, casi igual de caros, y que de repetir entre la noche del sábado y la comida del domingo, te garantizas abrocharte el cinturón el lunes un botón más allá del habitual en la hebilla. 

En las carpas de A Saínza nunca faltan los clásicos pulpo y churrasco.

Sin embargo, hay algún que otro detalle que siempre, pero digo siempre, marca la nítida diferencia. Como por ejemplo, ver como el presidente de la Deputación de Ourense, Luis Menor, es de los primeros en comparecer a las puertas de la iglesia de Rairiz -casi incluso antes que la banda de gaitas local y la caballería cristiana española-.

Uno de los caballeros cristianos, recibiendo instrucciones por móvil desde el Puesto de Mando Avanzado de Combate. | FOTO: Xosé Lois Colmenero.

Allí estaba, y allí pudo contemplar como el que otrora fuera mandamás en el concello anfitrión, Xosé Xaquín Rodríguez Ambrosio, se convirtió en circunstancial chófer de una de las alcaldesas populares de la comarca -que sí, que le une una relación personal política y que no tiene pensando volver, tranquilos-.

En ese momento ya se dejaba ver la regidora local, Josefa Asunción Morgade Rúa, vestida, curiosamente del color resultante de lo que bien podría ser su transición político-cromática de los últimos tiempos: una mezcla de azul y rojo, que derivó en un fucsia a medio camino entre el rosa y el morado (ya saben, el resultado de la combinación de los dos primeros mencionados). 

Cromática exposición de las diferentes opciones políticas. Estaba hasta el amarillo de Democracia Ourensana, lucido por Armando Ojea. | FOTO: Xosé Lois Colmenero.

Como también figuraba el delegado de la Xunta en Ourense, Manuel Pardo; varios de los alcaldes locales -Porqueira, Xinzo, Os Blancos-, y hasta un despistado regidor de Sandiás que todavía no le ponía cara al subdelegado del Gobierno en Ourense, Eladio Santos, también presente. Por estar, hasta DO envió a su único parlamentario en Santiago perfectamente identificado con el amarillo demócrata: Amador Ojea

Más tarde llegarían la diputada provincial y exalcaldesa, Elvira Lama, acompañada de su concejal periodista, y Cristina Campero, del PPdeG ahora y para siempre, compitiendo en blancura con el manto de la Virgen que a punto estaba de salir escoltada del templo. 

La diputada autonómica Cristina Campero, con el alcalde de Os Blancos, José Manuel Castro Blanco, a su lado. | FOTO: Noelia Caseiro.

Hubo quien decidió aguardar la comitiva a las puertas del campo (de batalla), como lo fueron los regidores de Vilar de Santos y Vilar de Barrio. Hubo también quien -este último, Manuel Conde-, optó por ni tan siquiera subirse al palco/altar establecido, y escuchó misa como si no fuese con él al ladito del improvisado camerino de los figurantes, tras la carpa de control de sonido. 

Manuel Conde, alcalde de Vilar de Barrio, prefirió oír misa desde el campo de batalla. | FOTO: Noelia Caseiro.

Y así, otro año más, se repitió eucaristía y batalla, con aplaudida victoria cristiana y local, pese a contar, en esta edición, el bando sarraceno con un jefe más rebelde de lo habitual que incluso quiso protagonizar algún intento de fuga una vez apresado y el castillo recuperado. 

El jefe sarraceno, apresado a manos de los malvados rumíes. | FOTO: Noelia Caseiro.

Sorprendió a quien suscribe que el equipo de enfermería de los de la Cruz contase con portasuero blanco, bolsa del fisiológico llena y hasta vía, para socorrer a los heridos en el campo de la lucha. Como sorprender también lo hizo que los fuegos de artificio -más de noche que de día-, concluyesen con una suerte de humo multicolor, trazando en los cielos de A Saínza buena parte del arcoíris LGTBIQ+.

Con este arcoiris pirotécnico concluyó la representación de la batalla de moros y cristianos en A Saínza. | FOTO: Noelia Caseiro.

Y así, recuperado el estandarte, abriendo paso la caballería, la Virgen de la Merced peregrinó, como una más, camino esta vez del campo de la fiesta, en donde el rojo de los cuatro tráileres de la Olympus se mezclaba nítidamente y no como en el traje de la regidora, con el rotundo morado del vino derramado por doquier -incluso en la camiseta china de quien suscribe de manos de una desalmada pelirroja de reconocida familia frutera-. 

Alguien, en justa venganza, derramó el líquido "alimento" sobre una camiseta que ya no muy inmaculada lo era. | FOTO: Xosé Lois Colmenero.

Por el camino, la "blanca paloma" bien pudo renovar túnicas y atuendo, porque lo que se dice faltar, en trescientos metros, no faltaba de nada... ¡Y a buen precio, oiga!, como aquellos recurridos y sonoros calcetines lusitanos: "Mais 24 pares, cinco euros"

Saínza en estado puro -ligeramente descolorida por la lluvia que arreció en la tarde del sábado y detrajo a muchos de sus fieles-, que aún repitiéndose, nunca, nunca, defrauda.